Quien controla los mecanismos ocultos del lenguaje domina el poder de manejar a las comunidades humanas. El filólogo judío Victor Klemperer, víctima de la persecución nazi, describía estos procesos totalitarios de control mental en su obra “La lengua en el III Reich”, de la misma manera que lo insinúa Orwell en su novela “1984”.
Este control puede instrumentarse a través de la deformación del sentido semántico de las palabras, dándoles una connotación negativa o peyorativa. O bien modificando el código ordinario en el que se expresan las personas, haciendo un “lavado cultural” mediante el cambio de los usos naturales en los que se comunican, o pasándoles a otros códigos que de forma artificial transforman los significados a través de la sustitución de los significantes.
Me ha ocurrido uno de estos días. Formé un grupo de wasap con unos amigos de una sociedad en la que participo para darles la posibilidad de adquirir unas participaciones de lotería de Navidad de “Hablamos Español”, Asociación que pretende mediante el impulso de una Iniciativa Legislativa Popular la defensa de los castellanohablantes sin menoscabo del resto de lenguas de España…