Lo escribo en caliente, en frío y en templado. Al calor de las elecciones catalanas, que han vuelto a poner de manifiesto que el problema no es Cataluña, sino España. Que más de 44 millones estemos pendientes de 2 millones de independentistas que no quieren ser españoles, ese sí que es un problema de España; que una minoría separatista, antidemócrata y racista acapare, controle y condicione la política general, el funcionamiento del Estado, los telediarios, los periódicos digitales y papirofléxicos, la opinión de opinantes de todo pelo y pelaje…, eso sí que es un problema nacional. Que estornude Puigdemont, expele, escupa o insulte a España, y todos los medios le den la misma cobertura ¡informativa! que al discurso del Rey (bastante melifluo, por cierto), eso sí que es proeza psicotrópica.