Antonio Robles – Cuando cualquier opción es derrota

Mientras el reality show Puigdemont sigue su curso y el delito penal de fondo se sustituye por enredos de visillo en tertulias televisivas, es preciso no dejarse arrastrar por la euforia ante la posibilidad histórica de que los partidos constitucionalistas den un vuelco electoral y puedan formar el primer Gobierno no nacionalista desde la reinstauración de la democracia.

El escenario que nos aguarda el día 21 no puede ser más desolador. A pesar de las manifestaciones constitucionalistas del 8 y el 29 de octubre, a pesar del declive de la hegemonía moral del nacionalismo, y de las encuestas, ninguna de las opciones que surjan de esas elecciones será buena.

Sobra decir que el peor escenario de los posibles es la formación de un Gobierno secesionista, con o sin la participación del partido de los comunes de Inmaculada Colau. ¿Pero la formación de un Gobierno constitucionalista, PSC, Cs, y PP, sería el fin del nacionalcatalanismo? En sus apariencias y formas, parecerá; en sus contenidos, consolidará el programa de exclusión cultural y lingüística e impondrá un federalismo asimétrico en lo económico, en lo judicial, en lo nacional y en lo judicial. No lo digo yo, lo pretende llevar a cabo Miquel Iceta.

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