Santiago Trancón – Por qué soy políticamente alarmista

Lo confieso: soy políticamente alarmista, radical, antropológica y cuánticamente. Es como si la vida me hubiera atado al mástil de una galera y no tuviera más remedio que gritar “¡barco enemigo a la vista!”. Puedo equivocarme y confundir un submarino con un cachalote de cincuenta toneladas, pero no que se aproxima una amenaza. Y segunda confesión: me siento cada vez más como Ulises; grito y nadie me oye, porque todos han decidido taparse los oídos con la cera de las industriosas abejas, tímpanos bien protegidos. La soledad del alarmista es la peor de las soledades.

Alarmista es quien, por obligación, por ineludible responsabilidad, grita ¡al arma! cuando ve llegar a las puertas de tu casa, de tu corral, de tu guarida, una amenaza peligrosa que puede acabar contigo y con todos los tuyos. Digo de tu casa para que te enteres y no pienses que estoy hablando sólo de la mía. Alarmar es alertar con vehemencia de aquellas situaciones en las que el tiempo es fundamental para poder reaccionar y organizar, primero una eficaz defensa, y luego un eficiente ataque que aleje, a ser posible para siempre, la amenaza descubierta.

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