Santiago Trancón – Desaparecen los grillos, llegan las avispas asesinas

Tuve un sueño apocalíptico: abrí la ventana para oír el canto de los grillos y me invadió un zumbido de avispas asesinas. La pesadilla nació de dos noticias que leí el día anterior: están desapareciendo los grillos y saltamontes de nuestras praderas y campos, y una invasión de avispas chinas puede acabar con nuestras colmenas. Se une esta doble catástrofe a la lista casi interminable de desastres ambientales que, día a día, se producen a nuestro alrededor. Para quienes hemos vivido una infancia campestre, inmersos en un mundo de pájaros, grillos y saltamontes, estas noticias son desoladoras. Van desapareciendo los pardales, los vencejos y las golondrinas, las mariposas y los murciélagos, las paleras y los negrillos, las truchas y los urogallos, los ciervos volantes y las abubillas.

Son los efectos invisibles (toda ausencia es invisible) del cambio climático, de la actividad agrícola intensiva y sin control (pesticidas, transgénicos, cultivos exógenos, desaparición de especies autóctonas), de la invasión de la actividad humana, la contaminación del agua, de la tierra y el aire. Roto el equilibrio, ese orden sutil construido a lo largo de milenios de historia humana en contacto con la naturaleza, las fuerzas de la vida acaban irrumpiendo hasta producir tremendas paradojas destructivas como ver a un ejército de avispas asesinas atacando a un enjambre de laboriosas abejas.

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