En plena euforia del proceso constituyente de Cataluña (o sea, del golpe de Estado institucional por fascículos) Iñaki Gabilondo se preguntaba alarmado con voz afectada y aires apocalípticos: Cataluña se va, ¿es que nadie se da cuenta? ¿nadie hace nada por evitarlo? Íbamos camino del mítico 2014.
Imprescindible para seguir leyendo este artículo escuchar los 4,44 m. del vídeo, Cataluña se va. Hay que estar ciego para no verlo.
No se dejen impresionar. Esas evidencias que no supo, no quiso o no le interesó combatir en su momento siguen contaminadas de condescendencia con el nacionalismo, aunque parezcan que lo están combatiendo, pues pone la responsabilidad del apocalipsis que se avecina en quienes deberían haberlo impedido, y no en quienes lo han activado. O dicho de otro modo, en pleno éxtasis independentista, nos alerta de que la voluntad de Cataluña para irse de España es ya irreversible, es decir, subraya el poder desplegado por los nacionalistas y remarca la debilidad del Estado ante él.
Aunque su mayor contribución es tratar a las fuerzas nacionalistas como la voluntad de un pueblo incomprendido y no como un colosal lavado de cerebro dispuesto por una casta catalanista que detenta el poder económico, político y moral durante los dos últimos siglos, y cuya influencia le ha permitido neutralizar a la propia izquierda que en otros tiempos la combatió.
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