Me he quedado afónico, afásico y hasta ágrafo advirtiendo que el nacionalismo catalán es intrínsecamente secesionista, que su principal objetivo es separarse de España «sea como sea». Desde 1981 en que escribí, en opinión de Arcadi Espada, «el primer manifiesto de la democracia», anunciando y denunciando lo que hoy es una realidad cegadora, se han ido acumulando atropellos a la democracia y la progresiva imposición de un régimen dictatorial que conculca los derechos fundamentales de los ciudadanos catalanes con total impunidad. Sólo el 2016 se han producido allí 178 vulneraciones a la legalidad constitucional.
Olvidémonos de todos los apaciguadores y corruptos que han permitido llegar hasta el punto de no retorno actual, ese que algunos todavía se niegan a reconocer. Digo que ya no podremos volver atrás, que necesariamente hemos de ir hacia delante, hacia un lugar nuevo pero que, paradójicamente, no es otro que el que señala la Constitución. Invoquemos algunos artículos que nos obligan (que obligan al Gobierno) a actuar sin más demora. Son esos artículos que los independentistas y todos sus seguidores (incluido Podemos, el acólito más servil) quisieran arrancar de la Constitución:
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