La infiltración por parte de las facciones nacional-separatistas en las instituciones españolas ha permitido, les ha permitido, establecer una suerte de entramado institucional, cuasi-nacional, con sus magistraturas y cargos, con sus presupuestos y hacienda, con sus satélites y dependencias, cuya actividad durante los últimos años se ha desarrollado con un claro objetivo: la fragmentación de España. Por su parte, las distintas autonomías que no han sido administradas directamente por miembros de dichas facciones han desarrollado igualmente, por mimesis (y quizás con la intención de neutralizar sus efectos), un entramado parecido (es el famoso “café para todos”) que, lejos de solventar el problema, lo que ha hecho es profundizar en él (la idea de “Tabarnia”, que sí pone al nacional-secesionismo contra las cuerdas de sus propias contradicciones, ha nacido, quizás, demasiado tarde).