Hace ya mucho tiempo que Cataluña es un escenario de ficciones, su política, una pulsión digital diseñada por creativos de comunicación, y sus dirigentes, hechiceros.
En este escenario nunca hubiera brotado el método científico; y sin embargo no podemos prescindir de él. Es preciso que quien tuvo la oportunidad de ganar las elecciones tenga la obligación de ponerlas al servicio de un nuevo paradigma político basado en la razón y en la realidad. Empezando por hacer pedagogía.