Pablo Gómez-Juárez – Abracadabra

En verano es costumbre acudir al cine con alguna prenda en la mano de manga larga y más propia de la primavera que del estío. Así se consigue evitar un resfriado inesperado por culpa de los aires acondicionados de gran potencia que circulan por las salas de proyección. Accedes al local con la camiseta más fina que has encontrado en el armario porque en la calle la escasa brisa que se mueve no refresca, sino que flamea, y al entrar al cine te pones esa chaqueta fina y multiusos de siempre.

Este pasado miércoles no ocurrió así. Yo no había llevado ninguna prenda extra, fiel a esa falta de previsión que se suele agudizar en agosto por el entorpecimiento neuronal que instiga el calor sofocante. Dio igual, me pasé toda la película sudando como un pollo. Es posible que, siendo la entrada más económica por tratarse del día del espectador, el cine optase por prescindir del gasto de la climatización para compensar sus beneficios económicos, aunque aquello derivase en una reclamación por parte de dos señoras jubiladas que estuvieron todo el rato agitando sus folclóricos abanicos.

Pero, pese a todo, me divertí mucho viendo Abracadabra, la última obra del cineasta vasco Pablo Berger.

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