Antonio Robles – Él nunca lo haría

A principios de los noventa del pasado siglo salió una campaña contra el abandono de animales de compañía con un lema mínimo y una verdad hiriente: «Él nunca lo haría». La evidencia la contrastaba la fotografía de un perro indefenso y desorientado sobre la línea continua de una recta de carretera. El rechazo al abandono tomaba cuerpo en la crueldad de la imagen.

Efectivamente, un perro jamás abandona a su amo. Su lealtad, su cariño, en cualquier circunstancia, forman parte de su naturaleza. Los valores que solemos atribuir a la humanidad, en realidad deberíamos atribuirlos a los perros y descatalogarlos de la naturaleza humana por contradecirlos con sus actos.

Pareciera que la honestidad, la lealtad, la sinceridad, el amor incondicional al ser querido sólo están presentes en la imaginación de los poetas y sus obras literarias. Un mundo del deber ser que sirve para educar, pero también para constatar que el ser humano está sobrevalorado. Por doquier se sirve de valores hermosos para lograr confundir al resto de sus verdaderos objetivos. A menudo espurios. El perro no. Este animal jamás abandona al amo, ni lo cambia por otro. Sea éste rey o mendigo. A cambio solo pide ser acogido, tener un lugar donde asegurar el perímetro de los suyos. Daría su vida por ello.

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