Llega el nuevo año, y aquí va mi deseo: que siempre tengas a mano un libro. Un libro que te haga pensar.
La palabra libro proviene del ‘líber’, nombre con el que se designa en latín a la membrana vegetal que separa la corteza del tronco del árbol.
Contiene la idea de crecer y liberar, que está también en el origen de la palabra libertad. Ser libre es tener la capacidad de crecer. Y crecer se hace siempre desde dentro, rompiendo lo que nos constriñe o encierra, como es la corteza del árbol.
El término ‘scríbere’ dio origen de la palabra escritura. Escribir es inscribir, hacer incisiones, grabar signos sobre la piedra, la madera o la arcilla para dar permanencia a la palabra. También está emparentada la escritura con el término griego ‘kryptós’, que se refiere a lo oculto, lo encriptado, lo que debe descifrarse.
Libro y escritura acabaron asociándose a ‘elígere’, que en latín significa recolectar, seleccionar, elegir, de donde procede ‘lectura’. Leer es elegir, tener la capacidad de seleccionar entre distintos significados o interpretaciones. El lector es un elector. La inteligencia (inter-legere) es la capacidad de elegir entre varias posibilidades.
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