El pensar, con su lógica de conexiones sintácticas, exige concentración y esfuerzo. En un mundo de agitadas y absorbentes trivialidades, controlar la atención y someterla a lenta crepitación, la que acompaña a la reflexión, produce fatiga. De vez en cuando necesitamos dejar libre el pensamiento para que piense y diga lo que quiera.
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