La pornografía sentimentalista, la estetización de las masas y el revolucionarismo mediático son tres de los ingredientes que violentan, simbólica y efectivamente, a una población que ya, por fin, está en manos de los “CD-R”, los “compact disc recordable” que, a imagen y semejanza del comunismo totalitario venezolano y cubano -del fascismo colectivista- se dedican a sonreír y saludar a los sacrosantos viajeros, endulzando así los trayectos automovilísticos de aquellos que creen en el derecho a “circular libremente” y, a su vez, en el derecho al “disfrute del tiempo libre”, derechos que, como bien sabemos, confluyen en Semana Santa, Verano o Navidad, momentos en que lo último que queremos es que “nos jodan la vida”.