En la atmósfera buenista de la sociedad de nuestro tiempo, tendemos a centrarnos en salvaguardar los derechos del delincuente más que en proteger a sus víctimas potenciales. Lo hemos visto últimamente en el debate sobre la prisión permanente revisable, y siempre con los terroristas de ETA o los pobres presos políticos maltratados por un Estado opresor.
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