Ni gobierna desde el supuesto “Autogobierno” de la Comunidad catalana, en la medida en que el “mandaMas” del Palau sólo habla de “diálogo, negociación y pacto” para esa tercera parte de la sociedad ultranacionalista, clasista y xenófoba, como si se pudiera dialogar sobre el delito de rebelión, negociar el delito de sedición o pactar la usurpación de atribuciones, dejando así patente su ejemplar concepción de los procedimientos y la representación democrática: funcionar a base de delitos, sean éstos contra la constitución o contra las instituciones del estado; como si, por otra parte, el gobierno de toda la Nación española fuera un “hetero-gobierno”, un gobierno externo y ajeno, repitiendo así la misma táctica demagógica y estrategia populista del pseudo-concepto de “lengua propia y característica” para la catalana y “lengua extraña e invasora ” para la española. Ni deja gobernar, decíamos, implícita e indirectamente, al no permitir la estabilidad necesaria del “Gobierno Central” en la medida en que ha hecho depender la política Nacional de sus políticas nacionalistas en estos últimos 40 años y que ahora, a pesar de no ser ellos los protagonistas del pacto de legislatura, proponen una “revolución permanente” a base de “golpecitos de estado institucional” al usar una mayoría parlamentaria -que es, ley electoral mediante, una minoría social- para conseguir o mantener (in)competencias; conseguir la de justicia, para tener inmunidad ante la ley democrática y mantener la de educación y lengua para continuar adoctrinando y “aculturando” al negar la lengua española, lengua mayoritaria de los catalanes…aquí, de nuevo, haciendo como si hubiera dos planos o realidades político-jurídicas opuestas y distintas, la “Central” autoritaria, legalista y lejana y la de las mal llamadas “Autonomías” (o peor llamadas “Nacionalidades) que serían, éstas sí, las soberanas, sensibles y legítimas. Ya saben, el lenguaje del nacionalismo, el marco conceptual, el gran relato, el mito.
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