Lo conocí en un debate al que me habían invitado como contrapunto a tres independentistas antes de ser una celebridad. Uno era él, Gabriel Rufián, otro el presidente de Súmate, Eduardo Reyes. Nunca antes había participado en una confrontación tan escasa de ideas, argumentos, hechos y razonamientos. Daba vergüenza ajena la ignorancia desplegada por estos dos mercenarios castellanohablantes utilizados por ERC para atraer a los inmigrantes a la independencia. Dos mindunguis indocumentados sin oficio ni beneficio.