Pau Guix – Rufián Iscariote y las treinta piezas de plata

Estas tres últimas semanas la Cataluña real ha hablado. Ha dicho en voz alta ¡basta! Basta ya de esta situación anómala en cualquier democracia avanzada, basta ya de deslealtad institucional, basta ya de fractura social, basta ya de desertización económica y empresarial, basta ya de agitprop en los medios de comunicación, basta ya de adoctrinamiento escolar, en definitiva, basta ya de vivir bajo el pernicioso, malévolo y ominoso yugo del nacionalismo que ha secuestrado las instituciones catalanas y las ha puesto al servicio exclusivo de su ideología supremacista y de su casta dirigente.

Hoy mismo se ha consumado el segundo golpe de Estado a nuestra moderna democracia, orquestado por el nacionalseparatismo catalán. Pero que en una democracia occidental avanzada haya podido acaecer algo así es harto difícil de entender si no ha habido quienes han ejercido de colaboradores necesarios para la propagación de este mal que asola Cataluña y aqueja a los catalanes. Son aquellos que han entregado Cataluña a los nacionalistas por 30 piezas de plata o su equivalente político del apoyo parlamentario. Cataluña –y me refiero al conjunto de sus habitantes– ha sido, desde la restauración de la Democracia en España, siempre la moneda de cambio de los acuerdos parlamentarios de los dos partidos políticos mayoritarios, PP y PSOE, para afianzarse en el poder a costa de pactar con el nacionalismo y en pago entregarle muchas piezas de plata –entiéndase competencias– que jamás deberían haber sido entregadas, como la educación ya que sin ésta difícilmente habríamos llegado a la situación actual.

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